La característica de México y las y los mexicanos como una de las culturas con mayor resistencia al cambio está vista y demostrada. Las conductas que ocurren en las y los mexicanos cuando hay un reacomodo organizacional lo demuestran, también cuando cambia la forma de hacer un trámite o proceso privado o gubernamental. Impera el caos. El alto contexto y la baja sinergia de la cultura mexicana ante una situación de cambio produce estrés, desgaste y agobio entre quien lo vive.
La escuela virtual, resultado de la pandemia de COVID-19, está produciendo situaciones de conflicto entre estudiantes, madres y padres, así como de docentes y autoridades escolares. Se quejaban de que los docentes no hacían nada y ahora se quejan de que el alumnado no esté con esos docentes.
El “encierro”, poco más de cinco meses después, impacta en el relacionamiento de las y los ciudadanos. Anhelaban pasar días enteros en su casa y ahora no quieren estar en su casa.
El teletrabajo abona al entorno de crisis. Se quejaban por “tener que ir” a la oficina y ahora se quejan porque, según muchos, la oficina nunca se acaba. Se molestaban por el tráfico y las horas pasadas en el auto y ahora, algunos, dicen que las extrañan.
Para muchos, la oferta digital era calificada de irrelevante e innecesaria ante la riqueza de lo presencial: conciertos, espectáculos, cine, súper, compras, entre más. Ahora hay quienes “aman” hacerlo todo por los medios digitales y prefieren esta modalidad antes que la presencial.
Las anteriores son algunas de las contradicciones de esta sociedad resistente a pensar fuera de la caja, a probar formas distintas de llegar al mismo objetivo. Así las conductas de una sociedad mayormente conservadora amante del status quo, por conveniencia o flojera para salir de la zona de confort.
El cambio, en México particularmente, viene ocurriendo hace dos años. Un régimen naciente, liderado por una figura política a la que hasta el COVID le viene como “anillo al dedo” y cuya aprobación sigue siendo mayoritaria, completará el 1 de diciembre de este 2020 los cambios estructurales que establecen su proyecto.
Las resistencias cada vez pierden más representación pero –afortunadamente- crece la crítica. Eso caracteriza a las democracias. La racionalidad neoliberal (Wendy Brown, 2015) comienza su desmontaje para llevarnos por un camino aún incierto… dos años después.
Dos años y cinco meses que ojalá hayan servido a la ciudadanía para cuestionarse sus patrones de alimentación, de consumo irracional de mercancías, de falta de atención a su bienestar, de su calidad de vida, de la existencia de una pobreza desgarradora en la población, del atraso médico de su nación, de la responsabilidad que tenemos todos y todas con otros y otras, de que el discurso de la gran nación del escenario global era solo humo.
Anhelamos que las y los mexicanos, 2 años después y tras 5 meses de encierro, comprendan que la resistencia al cambio es un camino que lleva al olvido, vean que el payasito del semáforo es un producto de la sociedad en la que estamos, entiendan que la educación es un ejercicio de corresponsabilidad pero, sobre todo, que es necesario el desacuerdo producto de un trabajo intelectual que genere acciones transparentes y organizadas para mejorar la situación de muchos.
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