El recuento periódico de palabras incluidas en el discurso social tiene que reparar próximamente en el término Echaleganismo. Por sus usos en el discurso definiríamos al término como: Acción y efecto de echarle ganas que sí se puede. Contracción de echarle y ganas… aunque sea una gran mentira.
El término echaleganismo nos ayuda a recordar que el lenguaje es un ente vivo que se transforma con la inclusión de nuevos vocablos que representan las inquietudes de un momento. Algunas de esas palabras trascenderán para incorporarse formalmente al léxico. Otras, la mayoría, serán solo producto de una moda. La lengua no es de los exquisitos.
Echaleganismo es la premisa de un discurso creado por niveles socioeconómicos altos y luego adoptado y reproducido por clases medias. Su esencia es simple: todo es posible, solo es cuestión de desearlo y trabajar duramente por ello.
Los niveles bajos de la sociedad –algunos- lo usan para empoderarse y motivarse mientras que las clases altas lo emplean para ocultar la desigualdad social y económica. En tanto, las clases medias van al echaleganismo para denostar a los que no tienen (complejo de superioridad) y admirar a los que tienen mucho (complejo de inferioridad).
Es pobre porque quiere. Está así porque no le echa ganas. Se quedó pobre porque no trabajó lo suficiente. Oportunidades sobran para quien las toma. Esos y otros son los preceptos del echaleganismo.
La realidad contradice al echaleganismo al que están adscritos los libros de superación profesional, muchos especialistas en coaching y quienes pertenecen a la cultura de la mediocridad pero aún no lo saben (El hombre mediocre. José de Ingenieros. Emu. 2015).
Echarle ganas no es suficiente al menos en México. Hay que tener en cuenta los estudios realizados por OXFAM para observar cómo el color de piel es una condición para el acceso a oportunidades. También podemos revisar el estudio sobre Movilidad Social, elaborado por el Centro Espinosa Yglesias, o el del INEGI sobre Movilidad Social Intergeneracional.
La lectura y análisis de estos datos, y otros producidos por diversos centros de investigación de nuestro país y más allá de México, nos pondrá frente a una realidad heterogénea, compleja y desigual que ignora el echaleganismo.
Entenderemos las desigualdades que surgen por la región geográfica de origen, las condiciones de desarrollo nutricional infantil, el color de la piel, la orientación sexual, el capital cultural, la pobreza patrimonial, la historia familiar, el acceso a las oportunidades y pensaremos, al menos, el autoengaño del echaleganismo.
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